Tecnología para todos,
mitos y realidades de la democratización de las tecnologías de información y
comunicación
Prestigio y clase
social:
Las modernas economías
invitan a la gente a adquirir tecnologías y dispositivos electrónicos si pueden
permitírselo. Dentro de los beneficios que más a menudo se resaltan en estos
artículos se encuentra su capacidad para facilitar ciertas actividades humanas
y, a veces, su condición de herramienta esencial para permitir el desarrollo de
las mismas. Existe, a pesar de esto, ciertos opositores que critican la que
consideran una extremada dependencia de las personas a estas herramientas y su
acelerada sustitución (aspecto en el cual entran en juego, incluso, las condiciones actuales mercado y manejo de recursos); esto se acompaña, además
y en muchos casos, de una critica al excesivo valor que las nuevas generaciones
les asignan por ser considerado inusual y acaso irracional. Sin negar la
validez que pueda tener estas críticas, existen ciertos aportes que puede hacer
la Antropología a esta discusión y, especialmente, considerando que es necesario encontrar nuevos interpretaciones al respecto.
Se olvida, a menudo, entre los principales opositores el papel que juega el Prestigio y su asociación con ciertas
mercancías y consumos en los mercados actuales. Componentes, por supuesto, cruciales en el análisis del tema propuesto. El prestigio, en este caso, corresponde a percepciones y valoraciones sociales positivas atribuidos a personas o grupos e, incluso, a objetos, y es un principio que sirve en muchas sociedades para establecer el rango y, en
las nuestras, la clase social. Cada cultura establece, ciertamente, el conjunto
de valores y los ideales a compartir por sus integrantes y aquellos que
representan estos valores e ideales son respetados y objeto de reconocimiento o
Prestigio. El prestigio juega, así, un papel fundamental en la comprensión de
las relaciones entre las personas y en especial en sus intercambios económicos.
El prestigio supone, por
otro lado, un grado superior de aprobación,
admiración y respeto al cual se hacen acreedores ciertos individuos dentro de
una comunidad. Dependen, además, de ciertas estrategias de base cultural
empleadas para alcanzar y proteger el poder y la riqueza. (Harris, 1993: 28) Prestigio,
Poder y riqueza se encuentran también a menudo vinculados; si bien, no siempre
ocurre así. Sin embargo, en las sociedades donde las posesiones y, en especial,
su acumulación se interpretan como riqueza, las posesiones se convierten en el
indicador del éxito (a veces, incluso, del Poder) y, en ciertos casos, del
Prestigio; convirtiéndose estos objetos, bienes o posesiones en símbolos de
prestigio.
Los símbolos de
prestigio cambian, por supuesto, dependiendo de las creencias culturales y con el
paso de las generaciones; existe, sin embargo, moderado acuerdo en cuanto a las
ventajas sociales que este aporta: Poder, Placer, Privilegios y la Propiedad
sobre bienes exclusivos o suntuarios (que al mimo tiempo se convierten en
pruebas simbólicas del rango superior). Algunos de esta son presentadas Bohannan
(1992), siguiendo a Van der Elst, 1990, como las “las cuatro pes” o los
componentes principales de la desigualdad.
Poder.
El poder para
mantenerse necesita reafirmarse periódicamente y en forma constante. El consumo
de objetos suntuarios es una de sus principales mecanismo y acciones simbólicas
empleadas con estos propósitos. El poder implica, así, aveces desigualdad (Bohannan,
1992)
La relaciones entre
Poder y economía se encuentran ampliamente comentadas gracias a teorías como el marxismo y en parte, como resultado de la investigación histórica. Por lo general, existe
una idea de los consumidores como sometidos y manipulados por redes de poder. Esto
sugiere que sólo las relaciones de poder hegemónicas rigen la distribución de los recursos; sin embargo, el
prestigio juega un papel igualmente crucial en los intercambios económicos. Prestigio
y poder, incluso, no siempre se corresponden, (existe múltiples ejemplos
aportados por la etnografía y la historia, como es el caso clásico de los esquimales
y el trágico final de Tiberio, emperador romano del años 14 a 37 A.C.).
Otro error común es
considerar que la clase social y el status sólo se consiguen con dinero.
Tecnologías:
La importancia que
tiene las tecnologías de información y comunicación, su influencia y su aparente presencia en todas las clases
sociales que conforman nuestra cultura, parece contradecir su reconocimiento
como elemento para establecer la desigualdad. Casi todos los productos que el
hombre fábrica, sin embargo, se distribuyen sobre la base de dos principios en
apariencia contradictorios: el consumo democrático y el poder.
La tecnología de alto
valor económico es usada por tal motivo, en nuestra sociedad para mostrar poder
adquisitivo y, de esta forma, el prestigio (ocurre así con algunas marcas de celulares y computadores). Acceder a la
tecnología no es, desde luego, suficiente; es necesario también actualizar y adquirir
nuevos accesorios y los conocimientos necesarios para su uso, constantemente. El consumo de tecnología exige,
por tal motivo, un alto poder adquisitivo y también el consumo suntuario y
tiempo de ocio, aspectos que se vinculan como criterios principales para medir
la calidad de vida entre ciertas clases sociales.
Los principios del
mercado de tecnologías y comunicación agregan así un nuevo elemento; pues
algunas tecnologías, después de poco tiempo, se vuelven obsoletas y, para los
consumidores, esto imponen la necesidad de ir remplazándolas y actualizándolas. Marcando, este aspecto, una diferencia importante entre la actual revolución tecnológica y la revolución industrial (siglo XVIII y XIX); privilegiando esta última la innovación en un sentido principalmente utilitario y de rentabilidad establecida en términos de costos y beneficios), mientras con la revolución tecnológica se privilegia la innovación en función de la exclusividad y como manera de producir bienes de prestigio.
Poder y tecnología:
La tecnología es un
medio de interacción y comunicación social de uso común en la actualidad, permitiendo,
entre otras cosas, acceder a espacios de socialización a los cuales otros no
pueden acceder sin estos dispositivos y no simplemente una herramienta que brinda
comodidad y facilidad para realizar ciertas actividades.
La supuesta
mundialización y “democratización” del mercado difundida con el lema "tecnología para todos", es sin
embargo un panorama de momento utópico para nosotros. Consecuencia de esto los
integrantes de una misma clase social tienen a asociarse entre sí de forma
exclusiva y poco democrática, al menos en los escenarios donde el uso de
tecnologías con altos costos es un
requisito de ingreso; ocasionando que esto sus usuarios comparten similar formación
educativa, ocupaciones, niveles de ingresos o estilos de vida y, por medio del
consumo, gracias a este acceso restringido se consagran relaciones cerradas entre
sus miembros.
La profesión y
condiciones de la vivienda son, también, componentes de la desigualdad; sin embargo,
estos no rompen tan radicalmente con las posibilidades de sociabilidad entre
clases. Las personas suelen considerar la profesión, por lo general, como indicador de la clase
social y, sin embargo, no siempre las ocupaciones más remuneradas gozan de un
mayor prestigio y valoración social. La vivienda, asimismo, es otro importante
indicador de la clase social, en especial su ubicación con respecto a la
distribución de recursos y los imaginarios sociales del espacio dentro de la
ciudad, pero en este caso las fronteras son, a menudo, menos solidas y más fluidas.
La antropología se
convierte, así, en una disciplina importante para estudiar las relaciones entre
las clases sociales y las tecnologías o dispositivos electrónicos de
comunicación.
Bibliografía:
Harris, Marvin. Introducción a la antropología
general. Alianza editorial, Bogotá; 2003.
Bohamann, Paul. Para
raros, nosotros. Akal Ediciones. Madrid, 1992.