lunes, 11 de agosto de 2014

Antropología médica, etnopsiquiatria y etnopsicologia. Problemáticas y campos de estudio actuales en Colombia.


“Cada cultura tiene sus propios conceptos sobre qué es patológico o normal, sano o malsano, evitable o inevitable.
Cada cultura tiene su propia medicina primitiva, y eso mismo que para el occidental es la vacuna, para otros es un amuleto, un fetiche o un tatuaje.
Sólo por comprender estoy mirando tales costumbres, no como supersticiones condenables, sino como partes integrantes de un sistema de vida, podrán la medicina y la higiene introducir aquellas modernizaciones que sean necesarias”
Reichel Dolmatoff

“Las intervenciones exitosas en materia de salud no pueden imponerse de forma forzosa a las comunidades; por el contrario, tienen que encajar en las culturas locales y ser aceptadas por sus receptores.”. 
(Kottak, 1997: 207)

La antropología médica es un sub campo de la antropología social o cultural que estudia las representaciones culturales de la salud, enfermedad y prácticas de atención o asistencia relacionadas con ella. El aporte de la antropología en estos casos se puede caracterizar por las dos frases que inician este escritos y particularmente, al reconocer que la práctica médica es tan cultural como puedan serlo los hábitos musicales o los sistemas de parentesco (Nieto, 1983). Sin embargo, no se puede decir que estas orientaciones caractericen la investigación y producción teórica en nuestro contexto. Algunos argumentos se presentan a continuación.
Primero, la antropología médica en Colombia es un campo aún en construcción. Resultado, en el primer momento, del conocimiento sobre  prácticas y tradiciones médicas ancestrales aportado por los trabajo de los primeros etnógrafos y de una aproximación culturalista a estas realidades; esto al menos en una perspectiva histórica. Como consecuencia, no existe en sus inicios un intento real de sistematización de este conocimiento o construcción teórica al respecto. Actualmente, esta situación se ha modificado sólo en parte y se puede considerar a la antropología médica colombiana como una manifestación de la antropología aplicada. Circunstancia que supone diversas condiciones, algunas favorables y otras no.
Por un lado, su vinculación con la antropología aplicada limita su campo de acción a resolver problemas ocasionados por el desencuentro entre tradiciones, costumbres de comunidades con sistemas médicos no occidentales y la medicina facultativa. Algo no muy deseable, debido a que supone identificar la diversidad con el contexto de lo étnico y la cultura rural, perpetuando relaciones de desigualdad entre la medicina facultativa y otros saberes, (Herrera y Lobo-Guerrero; 1988) olvidando la persistencia de tradiciones populares en contextos urbanos contemporáneos donde creencias no “étnicos” o “rurales” conviven con los discursos facultativos sobre el manejo y atención de los problemas de salud pública y para el control de las enfermedades. (Nieto, 1983) Sucede así, con prácticas como la homeopatía, medicina alternativa y otros procedimientos usados en los contextos urbanos populares para tratar el “descuajos”, “sutera” y diversas enfermedades presentes en los momentos críticos de la existencia: como en la infancia y durante el parto.
La antropología médica exige, por tal motivo, ampliar el marco de investigación y fortalecer el cuerpo teórico existente, al menos en el contexto nacional. Condiciones necesarias para evaluar el reconocimiento a la diversidad y la valoración de estos saberes en el conjunto como patrimonio acumulado por la humanidad. La misma normatividad vigente en Colombia muestra la relevancia del tema. La salud es un derecho fundamental y, como tal, se encuentra amparado por la constitución colombiana[1]. Las experiencias cotidianas enfrentan, sin embargo, a muchos profesionales de la salud con situaciones donde el derecho a la salud entra en conflicto con otros derechos fundamentales: como el derecho a la protección y reconocimiento de dignidad e igualdad de todas las culturas[2] y la libertad de culto[3]. Son ejemplo de esto algunas muertes ocasionadas por la ablación femenina en comunidades Embera y otras ocasionadas por la negativa a aceptar transfusiones de sangre y sus derivados entre los miembros de algunas comunidades religiosas, como los testigos de Jehová e indígenas, como los Wayuu de Guajira. Como resultado, la conciencia de la diferencias no es suficiente y se debe complementar con las condiciones de dialogo entre saberes. Concretamente, una oportuna garantía de los derechos exige entender la salud como un sistema integrado a todo el conjunto de comportamientos y creencias profundamente arraigadas en la cultura, y diálogo y convivencia entre saberes.
La antropología médica no puede así ser entendida exclusivamente como una manifestación de la antropología aplicada y como tal, limitar su importancia a la necesidad de mejorar la comunicación entre médicos y pacientes cuando estos no comparten la misma cultura, con lo cual se suele olvidar su importancia en otros contexto (como la ineficacia de las campañas de salud pública y el abuso o mal uso de tratamiento médicos occidentales por parte de los pacientes); muchos de los cuales exigen un cambio en la asistencia médica y reconocimiento a la diversidad. Por lo demás, en un país como Colombia, donde existen grandes dificultades para acceder a atención médica de calidad, la antropología médica comparte un compromiso ético y una responsabilidad social inevitable. Al respecto, vale la pena mencionar los siguientes hechos, por definir áreas de interés a futuro:
a.      Primero, los grupos étnicos y culturas afrocolombianas reconocen diferentes dolencias, síntomas y sus causas en enfermedades reconocidas por la medicina facultativa, incluso, han desarrollado sistemas distintivos de salud y estrategias para su tratamiento, cuya efectividad y beneficios son aun objeto de estudio. Por lo demás, la incidencia de enfermedades concretas varía (en su mortalidad y formas de difusión) entre sociedades y culturas por causas diferentes causas.
b.      Segundo, la peligrosa asociación que existe entre salud, moral y estética y que algunos autores reconocen en el campo de la medicina facultativa (Michel de Foucault, 2001 y Humberto Eco, 2007), puede representar también un obstáculo para el tratamiento y prevención de ciertas enfermedades mentales y físicas.
La lepra es un caso bastante estudiado, pero ocurre igual con otras enfermedades que causan la marginación social del paciente en la actualidad; así ocurre con el SIDA y algunas enfermedades de trasmisión sexual o con la depresión y drogadicción. 
Por otro lado, la antropología médica permite mejorar las capacidades para proponer un tratamiento adecuado en el contexto cultural particular. Al respecto, Jesús Cruz (2011) ofrece como ejemplo el caso de un médico europeo que prestó sus servicios en una clínica rural de Bengala Occidental (India): “El hindú  cree que los alimentos se dividen naturalmente en fríos y calientes, no pudiendo unirse, por ejemplo, un alimento caliente a un cuerpo que padece una enfermedad de orden caliente. El médico tuvo que prescribir, para una infección del aparato respiratorio, la ingestión de ácido ascórbico en forma de zumo de naranja, unido a un plato de arroz cocido, fácilmente digerible. Pero esta dieta no fue aceptada por los pacientes, porque consideraban fríos tanto a esos alimentos como a la enfermedad. El médico tuvo el acierto de aconsejar que al zumo de naranja (considerado frío en aquella cultura) se le añadiese miel (considerada caliente) y el arroz fuera cocinado en leche (alimento caliente). La nueva dieta, básicamente idéntica, fue aceptada.”
Como resultado, la antropología médica es indispensable para elaborar un diagnóstico que reconozca las implicaciones de la diversidad cultural. Aspecto de particular interés para la psicología y la psiquiatría, especialmente, por causa del fracaso en los intentos por universalizar algunos supuestos sobre el desarrollo sicológico elaborados para occidente y la variabilidad transcultural de las características psicológicas; como ejemplo de esto, algunos autores refieren nuestra incapacidad para establecer lo “normal” o “anormal”  fuera de contextos históricos y culturalmente definidos. (Ember, Carol & Melvín, 2004) Al respecto, Fabio Dei (2007) afirma lo siguiente;
“Es suficiente (con) pensar en el grado de variabilidad de los sentimientos que constituyen la “disforia”, el principal indicador de la depresión (tristeza y melancolía, sentimiento de infelicidad y de vacío, ausencia de motivaciones y de placer por las actividades sociales, etcétera). Existen culturas que, por ejemplo, valorizan en términos religiosos o morales estos sentimientos, considerándolos signo de sabiduría y profundidad: es el caso de algunas sociedades budistas, para las cuales “una disforia consciente es el primer paso hacia la salvación”, mientras, al contrario, sentir placer por las actividades mundanas es visto como raíz del sufrimiento. Existen sociedades que valoran  positivamente la expresión plena y dramática de  sentimientos de tristeza y dolor; otras por el contrario, invitan a encerrar estos sentimientos y presentar en público un self calmado y sin encrespaduras” Pág., 509 -510.

Según lo expuesto, la antropología médica ofrece a los profesionales en salud la posibilidad de mejorar su eficacia, facilitando la comprensión del medio social e idiosincrasia de las personas beneficiarias de su acción profesional. (Muños, 1990)
La garantía de equidad en el acceso a la salud y alternativas de tratamiento, imponen además el respeto por la diversidad y el compromiso por la investigación y la valoración a saberes, prácticas y experiencias médicas étnicas y tradicionales como elementos sustanciales en el patrimonio cultural de la humanidad. Muchas veces la medicina “científica” desacredita la medicina “local” desconociendo el saber especializado de esta, más idóneo con referencias al contexto en el cual se sitúa y los niveles inalcanzables de complejidad que puede lograr esta ciencia de lo sensible (Levi- Strauss, 1988); los ejemplo son muchos:
“Las distinciones y matizaciones a que llega el curandero, chamán, culebrero, en definitiva, el «doctor» primitivo, dentro de su cultura son inalcanzables por la medicina moderna. Clásico es el ejemplo de la larga distinción de los tipos de nieve que hacen los esquimales, menos clásico es el ejemplo de los bororos brasileños que distinguen diecisiete clases de color verde. Menos conocido aún es el caso de los pinatubos: conocen quince clases de murciélagos, veinte de hormigas, cincuenta clases de flechas, el sexo de los árboles por el color y el sexo de los peces por su comportamiento.”. (Nieto, 1983: 142)
Los siguientes son algunos de los objetivos que debe perseguir un programa de antropología médica  en la actualidad:
Identificar el papel de la Antropología en el campo de la salud y crear mecanismos para su incorporación en términos de investigación, diseño e implementación de programas de salud pública y atención médica.
Conocer escenarios y  perspectivas de estudios tradicionales de la antropología médica en Colombia, para permitir un mejor entendimiento de sus aplicaciones y posibles aportes a las ciencias de la salud
Fomentar el reconocimiento de circunstancias sociales y culturales presentes en los imaginarios y prácticas tradicionales de salud en Colombia y su importancia como mediadores en el acceso a los servicios de salud.
Facilitar el trabajo de los profesionales de la salud en contextos sociales y culturales diversos, con contenidos teóricos y metodológicos seleccionados para proponer caminos en el estudio de las creencias, prácticas culturales y sistemas de creencias que sustentan los conceptos de salud y enfermedad en Colombia
Compartir experiencias investigativas específicas en el campo de la salud, resaltando sus componentes metodológicos y diseño instrumental; así como los marcos teóricos y aspectos éticos presentes en la construcción de sus objetos de estudio

Bibliografía:

Asamblea Nacional Constituyente. (1991) Constitución  política de Colombia. 1991 Disponible en: http://wsp.presidencia.gov.co/Normativa/Documents/ConstitucionPoliticaColombia_20100810.pdf
Aguirre, Ángel (1994) Estudios de etnopsicología y etnopsiquiatría. Ed. Marcombo.
Barajas, Cristian. (2000) Hibridación constante: Manejo de la enfermedad en una comunidad rural colombiana. En: Culturas científicas y saberes locales. Asimilación, hibridación y resistencia. Ed. Universidad Nacional de Colombia. Bogotá, Colombia
Cruz, Jesús (26 de marzo de 2011) Comemos ideas… y algunas cosas más. En: Regusto.es, blog publicado por Juan Cruz Cruz, profesor honorario de la Universidad de Navarra y miembro de la Academia Navarra de Gastronomía. Disponible en: http://regusto.es/2011/03/26/comemos-ideas-y-alguna-cosa-mas/
Dei, Fabio. (2007) La comparación entre las culturas. En: Introducción a la antropología social y cultural, teoría, método y práctica. Carmelo Lisón (ed.) Ed. Akal. Madrid, España Pp.479- 547
Eco, Humberto. (2007) Historia de la fealdad. Editorial Lumen: Barcelona, España
Ember, Carol & Melvín. 2004. Psicología y cultura. En: Antropología cultural. Ed Pearson. Pp. 507 -523
Kottak, Conrad Phillipe. (2002) Antropología cultura. Espejo de la humanidad. Ed. Mc Graw Hill, Madrid, España
Levi-Strauss, Claude (1988) Pensamiento salvaje.  Ed. Fondo de Cultura Económica, México
Muñoz, Jairo. (1990) Aplicación de la antropología y actividad profesional.  En. Antropología cultura colombiana.  Corcas Editores; Bogotá, Colombia. Pág. 24 – 26
Nieto, José Antonio (1983). Algunos aspectos culturales de las enfermedades y de la medicina. Reis, No. 22 (Apr. - Jun., 1983), pp. 137-145



[1] Constitución política de Colombia. Articulo 49
[2] Constitución política de Colombia. Articulo 7 y 70
[3] Constitución política de Colombia. articulo 19