¿Universidad o “empresas del conocimiento”? La
universidad enfrentada a los dilemas de la modernidad neoliberal
"La peligrosa vaguedad del discurso técnico y gerencial de la política radica justamente en que ignora la pregunta de si es justo o conveniente tratar ciertos asuntos y prácticas humanas desde el punto de vista de la eficiencia. La respuesta a esta pregunta no puede ser técnica, pues es de hecho el presupuesto para que el discurso “técnico” tenga sentido y pueda ser aplicado"
Andrés Felipe Parra Ayala [1]
Se ha vuelto común identificar a las universidades
como empresas de conocimiento, ya sea como una manera de explicar las
características y necesidades a las cuales el mercado actual enfrenta a estas
instituciones o como presentación de una estrategia que permita vincular la
universidad con el sector productivo. Posiblemente esto pudiera resultar
irrelevante a cualquiera, como antropólogo, no es mi caso. En parte debido a
que mi formación me hace muy consciente de la importancia del lenguaje para
determina nuestra experiencia con la realidad y además, debido a que desapruebo
su empleo como argumento para promover un modelo determinado de gestión
financiera en las universidades. Esto último es tal vez, el mejor argumento
para cuestionar el empleo de analogías como “empresas de conocimiento” al
hablar de las universidades, considerando que aún existe controversia al
formular las relaciones entre lucro y calidad educativa.
Encuentro, sin embargo, una objeción adicional y se
debe a las consecuencias que pudieran tener ciertos razonamientos y actitudes
mercantiles en las instituciones educativas. Michael J. Sander, profesor de
filosofía política en Harvard, ofrece en el libro “Lo que el dinero no puede
comprar” diferentes ejemplos en los cuales la mercantilización de ciertas
bienes y servicios regulados por normas no mercantiles ocasionan un cambio en
su significado y erosionar estas normas, corrompiéndolos. Sucede así por
ejemplo, cuando se intentan reducir las brechas entre oferta y demanda asignado
incentivos económicos para motivar conductas deseables o convertir en mercancía
aspectos de la vida social regulados por normas no mercantiles, la procreación,
la ciudadanía o la reventa de entradas para quien quiera saltarse la fila de un
concierto o evento público. Algo similar puede suceder en el caso de las
universidades y estas consecuencia se manifiestan ya en las demandas de acortar
los planes de estudio para conseguir una pronta titulación, situación que
representa en muchos casos recortar los contenidos de humanidades u otros de
carácter no profesionalizante. E incluso, dentro del aula de clase, con las
demandas cada vez más frecuentes de los estudiantes por reducir las lecturas,
trabajos y en definitiva, fomentar una experiencias de aprendizaje mucho más
entretenida y relajada.
Por supuesto, ninguna de mis objeciones al uso de
esta analogía significan negar la importancia que pueden tener la gestión
eficaz como garantía de la sostenibilidad financiera de las universidades y
simplemente, invitan a considerar importante la reflexión en torno a las
características que dan origen a estos procesos. Para hacerlo, basta con
recordar que esto que se analiza hoy como una novedad histórica inicia tiempo
atrás, con el ascenso de las políticas neoliberales y su aplicación a los
diferentes campos de la experiencia humana (la gestión del ambiente, gestión
del patrimonio cultura, etc.). Suceso que motiva algunas críticas y
correspondientes replicar por parte de sus defensores. Algo similar ocurre hoy
con la educación. Conceptos como cobertura y rentabilidad forman parte del
lenguaje que se integran en la educación gracias a estas políticas
neoliberales. Aunque, con el tiempo, esta situación se extendería a otros
campos de las experiencias educativa, como la enseñanza y la administración
educativa, dando como resultado lo que para algunos autores representa una “Mc
Donalización de las culturas educativas”, esto es, la extensión de los
principios de funcionamiento de estas multinacionales de la industria de las
comidas rápidas a la escuela: eficacia, control automatizado, predictibilidad
rentabilidad y uniformidad –estas dos últimas especialmente preocupantes-.
(Macionis John y Plummer Ken, 2011: 162)
Resumiendo, podemos decir que se trata de un
paradigma procedente del mercado y que exige la adecuación funcional de las
universidades a las nuevas realidades del mercado, donde el lenguaje sirve como
puente entre ambas realidades; lo cual explica la importancia de repensar el
uso de analogías como las anteriormente mencionadas y sugiere que esta
reflexión va más allá de una preocupación por el uso procedente o no del
concepto.
Quizás un buen comienzo sería desnaturalizar las
circunstancias en la cuales ocurren estos cambios y buscar otras alternativas
diferentes a las que dictan el principio hegemónico con el cual se imponen
muchos de estos procesos, pues lo contrario sería evadir la responsabilidad que
actualmente tiene y debe asumir las instituciones educativas de frente a estos
nuevos contextos y realidades.
Por tal motivo, considero que identificar a las
universidades como “empresas de conocimiento” es “corromper”, según usa este
término el profesor Michael J. Sander, varias de las condiciones que
actualmente definen su identidad, como son su autonomía, compromiso y
responsabilidad social, y además, desconocer su importancia como motor en la
trasformación de la realidad social, su compromiso con la construcción de una
sociedad más justa y democrática, como resultado de su sometimiento a las
políticas neoliberales y a su invitación para emprender la “mercantilización de
todas las cosas”.
[1] Doctor en Estudios Políticos de la Universidad Nacional de Colombia
Bibliografía
Macionis, John y Plummer, Ken (2001). Sociología.
Madrid: Ed Pearson
Sander, Michael J (2013). Lo que el dinero no puede
comprar. Barcelona: Editorial Debate.
Nota del autor: El tema de la actual entrada es
discutido de forma más precisa por Christian Laval en el libro "La escuela no es una
empresa. El ataque neoliberal a la enseñanza pública", ed. Paidos, Barcelona:
2004., sugiero consultar este material a los posibles interesados.
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