lunes, 9 de julio de 2012


Tecnología para todos, mitos y realidades de la democratización de las tecnologías de información y comunicación

Prestigio y clase social:

Las modernas economías invitan a la gente a adquirir tecnologías y dispositivos electrónicos si pueden permitírselo. Dentro de los beneficios que más a menudo se resaltan en estos artículos se encuentra su capacidad para facilitar ciertas actividades humanas y, a veces, su condición de herramienta esencial para permitir el desarrollo de las mismas. Existe, a pesar de esto, ciertos opositores que critican la que consideran una extremada dependencia de las personas a estas herramientas y su acelerada sustitución (aspecto en el cual entran en juego, incluso, las condiciones actuales mercado y manejo de recursos); esto se acompaña, además y en muchos casos, de una critica al excesivo valor que las nuevas generaciones les asignan por ser considerado inusual y acaso irracional. Sin negar la validez que pueda tener estas críticas, existen ciertos aportes que puede hacer la Antropología a esta discusión y, especialmente, considerando que es necesario encontrar nuevos interpretaciones al respecto.
Se olvida, a menudo, entre los principales opositores el papel que juega el Prestigio y su asociación con ciertas mercancías y consumos en los mercados actuales. Componentes, por supuesto, cruciales en el análisis del tema propuesto. El prestigio, en este caso, corresponde a percepciones y valoraciones sociales positivas atribuidos a personas o grupos e, incluso, a objetos, y es un principio que sirve en muchas sociedades para establecer el rango y, en las nuestras, la clase social. Cada cultura establece, ciertamente, el conjunto de valores y los ideales a compartir por sus integrantes y aquellos que representan estos valores e ideales son respetados y objeto de reconocimiento o Prestigio. El prestigio juega, así, un papel fundamental en la comprensión de las relaciones entre las personas y en especial en sus intercambios económicos.
El prestigio supone, por otro lado, un grado superior de aprobación, admiración y respeto al cual se hacen acreedores ciertos individuos dentro de una comunidad. Dependen, además, de ciertas estrategias de base cultural empleadas para alcanzar y proteger el poder y la riqueza. (Harris, 1993: 28) Prestigio, Poder y riqueza se encuentran también a menudo vinculados; si bien, no siempre ocurre así. Sin embargo, en las sociedades donde las posesiones y, en especial, su acumulación se interpretan como riqueza, las posesiones se convierten en el indicador del éxito (a veces, incluso, del Poder) y, en ciertos casos, del Prestigio; convirtiéndose estos objetos, bienes o posesiones en símbolos de prestigio.
Los símbolos de prestigio cambian, por supuesto, dependiendo de las creencias culturales y con el paso de las generaciones; existe, sin embargo, moderado acuerdo en cuanto a las ventajas sociales que este aporta: Poder, Placer, Privilegios y la Propiedad sobre bienes exclusivos o suntuarios (que al mimo tiempo se convierten en pruebas simbólicas del rango superior). Algunos de esta son presentadas Bohannan (1992), siguiendo a Van der Elst, 1990, como las “las cuatro pes” o los componentes principales de la desigualdad.  
 
Poder.

El poder para mantenerse necesita reafirmarse periódicamente y en forma constante. El consumo de objetos suntuarios es una de sus principales mecanismo y acciones simbólicas empleadas con estos propósitos. El poder implica, así, aveces desigualdad (Bohannan, 1992)
La relaciones entre Poder y economía se encuentran ampliamente comentadas gracias a teorías como el marxismo y en parte, como resultado de la investigación histórica. Por lo general, existe una idea de los consumidores como sometidos y manipulados por redes de poder. Esto sugiere que sólo las relaciones de poder hegemónicas rigen la distribución de los recursos; sin embargo, el prestigio juega un papel igualmente crucial en los intercambios económicos. Prestigio y poder, incluso, no siempre se corresponden, (existe múltiples ejemplos aportados por la etnografía y la historia, como es el caso clásico de los esquimales y el trágico final de Tiberio, emperador romano del años 14 a 37 A.C.).
Otro error común es considerar que la clase social y el status sólo se consiguen con dinero.  

Tecnologías:

La importancia que tiene las tecnologías de información y comunicación, su influencia y su aparente presencia en todas las clases sociales que conforman nuestra cultura, parece contradecir su reconocimiento como elemento para establecer la desigualdad. Casi todos los productos que el hombre fábrica, sin embargo, se distribuyen sobre la base de dos principios en apariencia contradictorios: el consumo democrático y el poder.
La tecnología de alto valor económico es usada por tal motivo, en nuestra sociedad para mostrar poder adquisitivo y, de esta forma, el prestigio (ocurre así con algunas marcas de  celulares y computadores). Acceder a la tecnología no es, desde luego, suficiente; es necesario también actualizar y adquirir nuevos  accesorios y los conocimientos necesarios para su uso, constantemente. El consumo de tecnología exige, por tal motivo, un alto poder adquisitivo y también el consumo suntuario y tiempo de ocio, aspectos que se vinculan como criterios principales para medir la calidad de vida entre ciertas clases sociales.
Los principios del mercado de tecnologías y comunicación agregan así un nuevo elemento; pues algunas tecnologías, después de poco tiempo, se vuelven obsoletas y, para los consumidores, esto imponen la necesidad de ir remplazándolas y actualizándolas. Marcando, este aspecto, una diferencia importante entre la actual revolución tecnológica y la revolución industrial (siglo XVIII y XIX); privilegiando esta última la innovación en un sentido principalmente utilitario y de rentabilidad establecida en términos de costos y beneficios), mientras con la revolución tecnológica se privilegia la innovación en función de la exclusividad y como manera de producir bienes de prestigio. 

Poder y tecnología:

La tecnología es un medio de interacción y comunicación social de uso común en la actualidad, permitiendo, entre otras cosas, acceder a espacios de socialización a los cuales otros no pueden acceder sin estos dispositivos y no simplemente una herramienta que brinda comodidad y facilidad para realizar ciertas actividades.
La supuesta mundialización y “democratización” del mercado difundida con el lema "tecnología para todos", es sin embargo un panorama de momento utópico para nosotros. Consecuencia de esto los integrantes de una misma clase social tienen a asociarse entre sí de forma exclusiva y poco democrática, al menos en los escenarios donde el uso de tecnologías con altos costos es un requisito de ingreso; ocasionando que esto sus usuarios comparten similar formación educativa, ocupaciones, niveles de ingresos o estilos de vida y, por medio del consumo, gracias a este acceso restringido se consagran relaciones cerradas entre sus miembros.
La profesión y condiciones de la vivienda son, también, componentes de la desigualdad; sin embargo, estos no rompen tan radicalmente con las posibilidades de sociabilidad entre clases. Las personas suelen considerar la profesión, por lo general, como indicador de la clase social y, sin embargo, no siempre las ocupaciones más remuneradas gozan de un mayor prestigio y valoración social. La vivienda, asimismo, es otro importante indicador de la clase social, en especial su ubicación con respecto a la distribución de recursos y los imaginarios sociales del espacio dentro de la ciudad, pero en este caso las fronteras son, a menudo, menos solidas y más fluidas.
La antropología se convierte, así, en una disciplina importante para estudiar las relaciones entre las clases sociales y las tecnologías o dispositivos electrónicos de comunicación.

Bibliografía:

Harris, Marvin. Introducción a la antropología general. Alianza editorial, Bogotá; 2003.
Bohamann, Paul. Para raros, nosotros. Akal Ediciones. Madrid, 1992.  

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